Joaquín Sabina

Virgen de la amargura


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Rompiendo mi promesa
de no volver a verte ni en pintura,
me he sentado a tu mesa,
Virgen de la Amargura,
a jugarme a los dados nuestra suerte,
a absolverte de todos mis pecados.

Bendigo la condena,
al solo de bordón que me hace fuerte
y beso tus cadenas
y quiero prometerte
ser libres como dos versos tachados
del dictado de la revolución.

Me acuso de morirme sin tu boca,
confieso que desde que te has
marchado
sólo bailo en las fiestas donde tocan
la música del vals de los ahorcados.

Virgen de la Amargura,
devuélvemela vida,
sin ti todo es usura
y noches perdidas,
facturas,
calenturas,
heridas sin sutura;
caídas,
conjeturas,
sacudidas,
cerraduras,
despedidas de locura y callejón…

La guerra ha terminado,
yo vengo a arrodillarme ante tu cama.
Te rezan mil soldados
y el palacio está en llamas,
tu general arría mis banderas,
las fieras entran en la catedral.

El rey murió en el campo de batalla,
la reina se ha pasado al enemigo,
yo no me cuelgo más que la medalla
de no saber contar menos contigo.

Te vas y no te vas
y cuando vienes
rezo para que los trenes
se equivoquen de estación.


Autor(es): Joaquín Sabina, Benjamín Prado, Antonio García de Diego, Pancho Varona