Alberto Cortez

Rosa leyes, el indio


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Qué más da que yo le cante
si se quedó en el camino,
siempre de tosca y abrojos
Don Rosa Leyes, el indio.

Fumaba siempre la pipa
que le regaló el destino.
El era amigo de todos
y nunca tuvo un amigo.

Aunque inocentes, a veces,
qué malos somos de niños.
Nos burlábamos, me acuerdo,
de Rosa Leyes, el indio.

Le quitaron el caballo
mucho antes de haber nacido
y fue arriero de su vida
de a pie, como un peregrino.

Porque él era de una raza
que el hombre blanco no quiso
que galopara la pampa
como Dios lo había previsto.

Un día se fue despacio,
como abrazando al olvido.
Con un poco de tabaco
y una limosna de vino.

No hubo ni llanto ni duelo
por Rosa Leyes, el indio.
Su muerte, toda la vida
se la fue llorando él mismo.