Alberto Cortez

Sabra y chatila


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¿A dónde estaba el sol cuando sonaron
los ecos desatados de la ira?
¿No será que las sombras lo apagaron
en Sabra y Chatila?
¿A dónde estaba Dios, cuando la gente
fue sometida a hielo en las pupilas?
¿No será que se ha vuelto indiferente
en Sabra y Chatila?
¿A dónde estaba yo, en qué galaxia,
insensible leyendo la noticia?
¿No seré uno más en la falacia
de Sabra y Chatila?
¿A dónde estabas tú, con tu arrogancia,
poderoso señor que en la mochila
llevas todo el cadáver de la infancia
de Sabra y Chatila?
¿A dónde está la voz del abogado
fiscal de la razón y la justicia?
¿No será que sus leyes derogaron
en Sabra y Chatila?
¿A dónde está el orgullo de los hombres,
o acaso hay que decir "hipocresía"?
¿Por qué tanto dolor no tiene nombre
en Sabra y Chatila?
¿De qué me estás hablando amigo mío?
¿No ves que mi conciencia está tranquila?
¿Qué tengo yo que ver con lo ocurrido
en Sabra y Chatila?
¿O acaso estaba yo con los soldados
metido a la distancia, entre sus filas
aceptando los hechos consumados
en Sabra y Chatila?
Es tiempo de dictar comunicados
que limen lo espinoso de la espina.
¿Qué harán para ocultar lo que ha pasado
en Sabra y Chatila?
¿Qué harán para que amengüe la condena
histérica, total y colectiva?
¿Qué harán para que cese la gangrena
de Sabra y Chatila?
Aunque yo siga ausente en mi galaxia
comentando en canciones la noticia,
el ángel del horror sigue su marcha
en Sabra y Chatila.
Deambula por Beirut y en otras lunas,
reptando sin parar, como una anguila.
Insaciable y cegado por la gula
de Sabra y Chatila.
Tal vez quiera llegar hasta mi puerta.
Quizá ya esté a la vuelta de la esquina.
Ya fue abierta la herida y sigue abierta
en Sabra y Chatila.