Joan Manuel Serrat

Martínez


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Estando Martínez castigado en clase
de rodillas y de cara a la pared
vestida de luto por parte de madre
lo alcanzó la muerte por primera vez.

Le dejó los mocos,
se llevó el pañuelo.
Qué falta le haría
otro ángel al cielo.

Cansado de herirse con su propia mano
con su prima hermana decidió morir.
Dulce la agonía y grande el desencanto
pero no por ello dejó de insistir

en catar las mieles
del fruto prohibido
aunque en adelante
pagó en efectivo.

La tercera muerte fue en extremo grave
le dejó secuelas en el corazón.
Llegó por la espalda de la mano suave
con alevosía y premeditación

de aquella que amaba
y a quién tanto quiso.
Le quitó las llaves
y lo echó del piso.

La cuarta reposa bajo los cascotes
de lo que fue un día el Muro de Berlín.
Un quinto cadáver se ahogó en el escote
turbulento de Juanito "El Andarín"

Etiqueta negra
y por quinta vuelta
le llamó la muerte
y él no abrió la puerta.

Una sexta muerte le llegó cortada
en una papelina primera edición.
No fue menos muerte por ser anunciada,
ni fue menos grave por ser de salón.

Y aunque nadie daba
un duro por el tipo
Martínez tampoco
entregó el equipo.

En persona el propio Ángel de la muerte
furioso y curioso a enfrentarlo fue.
Y para su sorpresa se halló frente a frente
otro ángel caído, caído de pie.

Y su mala vida
y su burlada muerte
a rondar la luna
se fueron los dos.

La vida cantando
ronca de aguardiente
la muerte le hace
la segunda voz.


Autor(es): Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat