Nicomedes Santa Cruz

¡Mi dios, mi Zanajarí…!


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¡Mi dios, mi Zanajarí,
poderoso Karambé,
tú sabe de Alamarí,
sabe de Nyamatsané…!


Y dice así:

El negro y las brujerías
marcharon siempre del brazo,
era indisoluble lazo
aquellos lejanos días.
Concentrando en factorías,
luego trasladado aquí
no abandonó su grigrí
ni sus dioses ni sus ritos.
Extraños fueron sus gritos:
«¡Mi dios, mi Zanajarí…!»

Amuleto de la suerte
era el grigrí de los bantos,
y Zanajarí en sus cantos
el dios bueno, justo y fuerte.
En esta tierra de muerte
poco sirvió aquella fe:
una cadena en el pie
y empezó a perder su influjo
el más importante brujo:
poderoso Karambé.

Con la Inquisición se pierde
hasta el último hechicero,
lo juzgan por embustero,
lo azotan, y el polvo muerde.
«Soga al cuello» y «vela verde»,
luego «abjuró del leví…»
Brujo sentenciado así
raro que reindiciera,
aunque alguno le dijera:
tú sabes de Alamarí.

Busca de Bien contra el Mal
tan antigua como el mundo
tuvo un arraigo profundo
en todo negro bozal.
Pese a que en el tiempo actual
la ciencia todo lo ve,
y aunque el brujo Takisé
no cura la escarlatina,
tampoco la medicina
sabe de Nyamatsané…


Autor(es): Nicomedes Santa Cruz

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