El nieto de Edipo


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Mi padre me da 30 euros para ir a comprar un tortel.
Yo me los meto en el bolsillo y salgo para el burdel.

Mi abuela me ve salir y me dice: “Reyecito de ojos azules,
¿a dónde vas tan decidido?” “A echar uno o dos polvos”.

“Eso de ir de putas no es fino ni elegante.
Me das la mitad, y puedes follarme a mi.

Tal vez ya no me queden dientes, pero no me hago la estrecha
y en la cama soy mejor que muchas jovencitas.

Puedes ahorrar dinero y, así como la hemofilia,
el patrimonio no sale de la familia.”

No me arrepentí de hacer caso a la vieja:
follar, lo que se dice follar, lo hace de maravilla.

Cuando el glotón de mi padre reclamó su tortel
y le expliqué los hechos, fue a buscar una escopeta.

“¡Cabrón, cerdo, bastardo, te has follado a mi madre!”
“Tu te follaste a la mía, no sé de qué te quejas”.

Esta réplica le dejó sin palabras,
y así nuestro combate se resolvió en tablas.

Ahora me tiro a la abuela una vez por semana
porque ir mal follado no es cosa sana.

Y aunque los precios suben que parece una estafa,
la abuelita mantiene siempre la misma tarifa.

Pero si mi padre se quiere comer un tortel por vicio,
se lo va a buscar él mismo, excelente ejercicio.

Como me ve sin un céntimo, temerosa de que atraque un banco,
ahora la abuela me concede sus favores gratis.

Es más moral que el capital no interfiera
entre una abuela y su nieto, ¡que Dios la bendiga!


Autor(es): Georges Brassens, Alain Armel