Tangos

Un cortado y un café


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El bar languidece mientras alguien entra
y muy lentamente hace lo de siempre,
busca aquella mesa, allí donde espera,
como tantas veces, lo que nunca llega.

Con piadosa pena la tarde le miente,
otra vez la suerte de la luna nueva.
El mozo que sabe, aunque no comprende,
se llega a la mesa por la frase aquella:

“Un cortado y un café”…
La ceremonia comienza,
con la simpleza de ser
comunión de hombre y tristeza.
Distraído a de beber
con los codos en la mesa.
Mira tan lejos, tal vez,
que el horizonte se quema.
La luna se irá también,
cansada de la comedia.
Ya pronto darán las diez.
Un viejo mozo bosteza.
Un cortado sin beber
será la muestra pequeña
de una historia sin después…
aunque un hombre se mienta.

La calle se mueve, tensa, mientras duerme,
y pobres criaturas sueñan con fortuna
aunque siempre pierden; con voz de quien reza
canta la tristeza su canción doliente.

Taciturno duende, el hombre se pierde
al buscar la senda que al pasado lleva.
Mañana a las siete cita, nuevamente,
su terca tristeza en la fría mesa…

(Coda)
La ceremonia comienza,
“un cortado y un café”…


Autor(es): Miguel Jubany, Marcelo Raigal