Tangos

Barreras de amor


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En aquel pobre señalero de madera
que el viejo tata construyó con un vagón
vivió la linda virgencita de los campos
era morocha, muy tostada por el sol.
Era la buena madrecita de la casa
porque muy sola desde chica se quedó
y ya sabía cumplir bien con los quehaceres
porque mirando a las aves aprendió.

La llamó el hornero en las mañanas
y el ritmo chirriante de su canto
para ella era igual como una diana, no bien
el claro sol asomaba por los campos.
Le enseño la calandria un lindo trino
la torcaza a ser buena y generosa
y soñó con un mundo de esperanzas, sin fin
porque miraba volar las mariposas.

Él era un joven maquinista que guiaba
el tren primero que cruzaba esa región
y que a su paso pedía vía libre
a la morocha que apresó su corazón.
Y aquella linda virgencita de los campos
en las barreras con cariño lo esperó
y aunque al pasar le brindaba una sonrisa
con las señales decía le que no.

Ese idilio amoroso quedó trunco
porque un día al chocar el mañanero
dio su vida aquel bravo maquinista, y con él
los dulces sueños de amor también se fueron.
Ya no hay nadie en el viejo señalero
la calandria no alegra con su canto,
es inútil que llame el hornero, se fue
la linda flor que adornaba aquellos campos.


Autor(es): Gerónimo Sureda, Antonio Sureda