Tangos

Herencia tanguera


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No sé si fue un torrente de inquietud,
si fue una mueca del desdén, si fue el perfume de mi cruz.
No sé si fue un coraje sin edad,
un bravo intento por latir o el resultado de soñar.

Pero busqué con cada aurora la señal,
la puerta loca del después que me remonte del fangal;
busqué un después de penas y licor,
un ramillete de calor, un nuevo sol tras el cristal.

No sé si me amargó la ingratitud,
si me perdí en algún andén, si me cegó una oscura luz, no sé.
No sé si me partió la soledad,
la gris costumbre de sufrir, o la prisión de respirar.

Perdí, le puse trampa a la virtud,
dejé escapar mi último tren, armé un destino a contraluz.
Viajé las calles de la terquedad,
rompí el encanto de vivir, y fue mi Norte resignar.

Pero encontré en tu mirada la señal,
la libertad del corazón que transformó mi realidad;
aquélla realidad que acribilló
con su armadura de dolor y de la vida me alejó.

Mas hoy, la eterna fuerza del amor,
este deseo de cantar al son de un Tango revivió
la herencia bien tanguera y esencial
alma y raíz de bandoneón aún más allá de la razón,
la herencia bien tanguera y esencial
que más allá de la razón buscó un ojal y floreció.

#i#Escrita especialmente para la obra de teatro homónima, de Paola Schiavoni.#/i#


Autor(es): Marta Pizzo, Ariel Ascheri