Alberto Castillo

Cuatro compases


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Buena como nadie, linda como el sol,
reinaba por su pinta en el salón.
Bailando un tango nació nuestro romance,
mientras la orquesta tocaba estos compases.

Cuatro compases que alegraron
mi triste corazón
con tu divino amor.

Tango milongón,
suave y compadrón,
que puso el encanto entre mis brazos.
Hoy, junto al calor
de su tierno amor
enterré la angustia de un fracaso.
Ya no lloro la maldad de aquélla;
¡ahora vivo tan feliz con ella!
Suena bandoneón,
que mi corazón
quiere esos compases recordar.

Cuatro compases milongueros
que fueron la emoción
de un nuevo y dulce amor.