Joaquín Sabina

El gorila


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Versión de Joaquín Carbonell y Joaquín Sabina

A través de las anchas rejas
de la jaula de un bello zoo
Contemplaba un grupo de viejas
un gorila muy juguetón;
sin ningún pudor las comadres
Señalaban cierto lugar
Que como es natural mi madre
Me ha prohibido aquí citar.
Ojo al gorila

De repente se abre la puerta
de la jaula del animal
¿Cómo es posible que esté abierta?
alguien debió cerrarla mal;
El mono al verse sin grilletes
En vez de ¡Viva la libertad!
Dijo tocándose el paquete
"Hoy pierdo la virginidad".
Ojo al gorila

El guardián con gesto afligido
pensó para si "¡Santo Dios!
Es un gorila reprimido
y la culpa la tengo yo";
y todas las viejas curiosas
de que al principio les hablé
pusieron pies en polvorosa
a pesar suyo, yo lo sé.
Ojo al gorila

Incluso aquellas que miraban
al gorila como a un don Juan
fingieron estar asustadas
por aquello del qué dirán;
el fornicio les daba miedo
pero ustedes y un servidor
sabemos que el quiero y no puedo
es un suplicio mucho peor.
Ojo al gorila

Todo el mundo alocadamente
huye lejos del animal
salvo una vieja indiferente
y un joven juez sin moral;
El mono al ver el fracaso
Y que todos huyen de él
empezó a acelerar el paso
hacia la vieja y hacia el juez.
Ojo al gorila

"¡Bah!" decía la solterona
"¿cómo un mono me va a querer?
Si al menos fuese yo una mona
pero soy toda una mujer"
Y el juez pensaba insobornable
"Que el elegido sea yo
es completamente improbable"
Ya veremos luego que no
Ojo al gorila

Supongamos por un instante
que igual que el mono debe usted
elegir como dulce amante
bien a una vieja, bien a un juez;
pienso que si esta alternativa
la debiera decidir yo
la vieja, aun sin ser atractiva
sería el objeto de mi elección.
Ojo al gorila

Pero aunque el bueno del gorila
sea Tarzán haciendo el amor
por el contrario cuando cavila
da más gatillazos que yo;
con que en vez de optar por la vieja
como haríamos usted o yo
agarrando al juez de una oreja
bajo a un árbol se lo llevó.
Ojo al gorila

lo que viene después es algo
que hubiera querido contar
pero me estimo en lo que valgo
y no quiero degenerar;
basta decir que el juez gemía
y que luego empezó a gritar
como el hombre que el mismo día
él había mandado ahorcar.

Traducción de la versión catalana de Miquel Pujadó

Las hembras de aquel pueblo,
en un zoo ni grande ni pequeño,
contemplaban a un buen gorila,
sin importarles el qué dirán.
Con lujuria, cada comadre
tenía los ojos fijos en un lugar
que, rigurosamente, mi madre
me tiene prohibido nombrar...
¡Ojo al gorila!

De repente, la prisión bien cerrada
donde vivía aquel animal
se abrió no sé cómo. Se supone
que fue un hecho accidental.
El simio, al huir, comentaba
“¡Hoy la pierdo, qué caramba!”
Como habréis adivinado, hablaba
de su virginidad.
¡Ojo al gorila!

El director del zoo gritaba:
“No os quedéis, señoras, aquí,
¡que el gorila tiene una gran tranca
pero nunca la ha utilizado!”
Cuando las mujeres se enteraron
de que el gorila era virgen,
mira por dónde, no lo aprovecharon
y salieron cagando leches.
¡Ojo al gorila!

Aquellas que con concupiscencia
le clavaban una glotona mirada
no demostraron coherencia,
con su extraña actitud
-que, así como dos y dos son cuatro,
el gorila puede ser un amante
superior al hombre en el catre,
muchas mujeres os lo dirán.
¡Ojo al gorila!

Todo quisque con faldas o sotana
huye de aquel gorila erecto,
menos una decrépita anciana
y un joven juez uniformado.
Al ver que todo el mundo se escapa,
el cuadrumano aceleró el paso
y fue directo a ponerle la zarpa encima
o a la vieja o al magistrado.
¡Ojo al gorila!

"Bah, se decía la centenaria,
que mi cuerpo sea deseado
sería una cosa extraordinaria,
y un fenómeno inesperado";
El juez pensaba, impasible:
"Que alguien me tome por una mona
es completamente imposible."
Pronto comprobó que no lo era.
¡Ojo al gorila!

Supongamos que dentro de un rato,
como el simio, tengas que elegir
entre un juez y una abuelita...
¿A cuál de los dos violarías?
Si yo me hallase de forma abrupta,
entre estas dos opciones,
sería con la vieja, sin lugar a dudas,
con quien vaciaría los cojones.
¡Ojo al gorila!

Pero si el simio no tiene mancha alguna
como amante potente y robusto,
en cambio el pobre no destaca
por las neuronas ni el buen gusto.
Y, en lugar de optar por la vieja
como harían tanto sabios como locos,
cogió el juez por una oreja
y lo arrastró tras unos matorrales.
¡Ojo al gorila!

La continuación es muy delectable...
Por desgracia, no me han dejado
explicarla, y es lamentable,
nos habríamos hecho un hartón de reír;
porque el juez, en plena orgía,
decía “¡Mamá!” y venga llorar,
como el hombre a quien ese mismo día
había hecho decapitar.
¡Ojo al gorila!


Autor(es): Georges Brassens