La diabla


Terminó de comer en la vieja cocina de “La Boca”
se prendió un pucho, y en la mesada peinó pacientemente
la última línea de un papel que tenía en el bolsillo
por la ventana vio la cancha, todavía iluminada
y los hinchas que gritaban...
Y la luna que incitaba...

Miró su cuerpo masculino desnudarse en el espejo,
soltó su pelo largo y como un rayo le partió en dos la cara,
descaradamente se ponía rimel negro en las pestañas
y la boca roja se pintó como La Moria
y esos besos que deseaban...
los señores que pagaban...

La seda de las medias brilló en sus piernas afeitadas,
sensualmente deslizó el vestido rojo minifalda,
con tacos altos se sintió una pantera desatada
él conocía lo que a los hombres le gustaba
y el corpiño rellenaba...
Y el dinero lo excitaba.

Diosa pagana... tiembla “La Boca”...
Cuando La Diabla, curte la noche...
Gata mimosa de madrugada...
Pero de día, de día es un muchacho...
que mete miedo y con navaja.

Esa noche al cruzar Constitución vio de reojo
que el patrullero se detuvo silencioso entre las sombras,
el cana que solía estar entre sus brazos le hizo luces
decidió que esa noche no transaba y se arriesgaba...
Otro olor de varón...
en un bar lo esperaba.

Amanecía y el celular llegaba a la comisaría
como en la pasarela desfilaron los travestis a la guardia
hacía tiempo que La Diabla no caía en una razzia.
Calabozo, manoseo, y esa barba que crecía...
El espejo lo esperaba...
y su imagen le cuidaba.


Autor(es): María José Demare, Daniel García